Eso que llamaba yo
fue abierto y desarmado
por una llave maestra, anterior a las puertas
y a las llaves,
que algún dios despreocupado
olvidó sobre la tierra.
Gracias a esa llave pude ver
cómo el yo
es en realidad un puñado de emociones y reacciones
que forjadas por el tiempo
y esculpidas por la repetición
se unieron entre si
formando una extraña malla.
Una malla en forma de jaula,
llamada personalidad.
La llave maestra abrió también esa extraña jaula,
dejando al descubierto
la esencia de mi individualidad.
Esperaba hallar al eterno testigo,
ese espíritu único e indivisible
que todos llevamos dentro.
Pero no había nada...
Ni tan solo un recuerdo,
en memoria a la soledad.
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