miércoles, 27 de mayo de 2009

Hayku

Aunque no haya nada que decir
las palabras quieren hablar.

Verdades del silencio.

El mudo le habla al sordo.

Palabras.

Vivimos en un mundo de palabras.
Un mundo de nombres sin sentido,
donde todo cuanto vemos,
son cosas.

Sólo cosas.

Creemos que nombramos lo que vemos,
que las palabras definen la realidad.
Pero las palabras
sólo definen palabras.
Y los nombres no son lo que vemos.

Creemos que las cosas tienen significado,
más aún, creemos que sabemos lo que son.
Pero el significado es arbitrario,
palabras escogidas de antemano
sin más sentido que el que nosotros le damos.

Los nombres, las cosas, los significados, la realidad,
no son sino palabras.
Sonidos, en la oscuridad del silencio.
Símbolos para orientarnos.

El lenguaje es sólo el palo de ciego,
que usamos para concebir nuestra realidad.

Un instrumento para orientarnos
y seguir adelante.

Tal vez, en algún lugar del camino,
olvidamos que las palabras son solamente un juego.
Un juego al que jugamos para no sentirnos tan solos,
en la inmensidad de lo innombrable

Sin culpa

Hay que devorar las entrañas del odio,
saborear la amargura de la rabia,
paladear su textura.

Debemos conocer su sabor,
para digerirlo
y asimilar su poder.

Hay que arrancarle los ojos al miedo
y asomarnos a sus cuencas
para observar el vacío.

Debemos prender fuego a nuestra cabeza
y quemar tantos años de mentiras.

Cortar las venas de nuestra identidad
y bañarnos en su sangre para lavar la culpa.

Solo así podremos hacer el amor con la vida
sin dejarla preñada con nuestra sucia realidad.

Calma tensa.

Me estoy ahogando en este blanco mar de silencio,
necesito gritar para sentirme vivo.

¿es que nadie va a decir nada?

Ojalá fuese sordo, para no oír mi silencio.

Esta mañana he visto salir el Sol...
juraría que cada vez calienta menos.


Y la calma,
ah! como odio esa calma!
esa violenta calma que aplasta la voluntad,
Esa repugnante calma que lo mantiene todo en su lugar.


Anoche vi imágenes de una manifestación ,
en mi televisor,
Había gente destrozando Bancos
y quemando coches de policía,
emocionado me puse en pie y corrí hasta la calle
soñando con poder unirme a ellos
para gritar y destrozar esta maldita calma,
Pero la calle estaba vacía.

En calma.

Entendí que solo eran imágenes grabadas.
Violencia plastificada y etiquetada.
Violencia alejada y distante,
como extraños rituales folclóricos sin sentido.

La calma lo inunda todo.
La desesperación es solo el burbujeo agónico
que acompaña a la lenta asfixia
de nuestro auténtico ser.

Ojalá mi corazón latiera más fuerte
para marcar mi propio ritmo.

Y despertara mi voluntad
de este coma profundo.