Hay que devorar las entrañas del odio,
saborear la amargura de la rabia,
paladear su textura.
Debemos conocer su sabor,
para digerirlo
y asimilar su poder.
Hay que arrancarle los ojos al miedo
y asomarnos a sus cuencas
para observar el vacío.
Debemos prender fuego a nuestra cabeza
y quemar tantos años de mentiras.
Cortar las venas de nuestra identidad
y bañarnos en su sangre para lavar la culpa.
Solo así podremos hacer el amor con la vida
sin dejarla preñada con nuestra sucia realidad.
miércoles, 27 de mayo de 2009
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